Cuando disfrutamos la felicidad de tener un trabajo que nos permite mantener dignamente a nuestra familia, cubriendo en general todas nuestras necesidades básicas, en la mayoría de los casos no valoramos en su justa medida esa bendición.
Tampoco pensamos mucho en cómo podemos hacer mejor nuestras tareas, en cual sería la mejor forma de ayudar a dar continuidad a la empresa y de ese modo a nuestro trabajo en ella. No tenemos demasiado en cuenta la importancia de capacitarnos, de aprender nuevas formas de hacer las cosas.
Nos aferramos a lo poco que sabemos, pretendiendo ser dueños exclusivos de ese conocimiento y que con ello tendremos asegurado nuestro futuro. Perdemos de vista que el mundo sigue andando que todo cambia cada vez más rápido y que si no somos capaces de actualizar nuestros conocimientos, nos quedaremos por el camino.
Y así en innumerable cantidad de oportunidades, en todas partes del mundo, nos encontramos con más de 45 años en el paro, sin saber muy bien a quien echarle la culpa, llorando amargamente por la perdida y sin tener idea de que hacer.
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