Volver al camino cada mañana, es responder adecuadamente al don de una nueva oportunidad. Es irrumpir en el escenario de la vida con nuestra esencia. Es dejar salir lo que somos capaces de generar desde el corazón. Es compartir alegría, ilusión, buena onda, optimismo y sonrisas con quienes nos acompañan cada día.
Los días se suceden y la vida sigue su curso sin mas. Todo renace de las cenizas, en un peregrinar cotidiano que nos abre puertas. Aprovechar la ocasión o dejarla pasar, es nuestra decisión. Mi elección siempre va en la misma dirección, vivir cada instante como si no hubiera mañana. Dejando fluir la algarabía, la felicidad y el amor.
Siempre digo que cada día es una oportunidad, para volver a intentarlo, para corregir errores, para caer en alguna trampa. Todo forma parte del camino, un trayecto plagado de obstáculos y asechanzas. Por ello levantarse con una sonrisa y encarar la vida con alegría, ilusión, amor y fantasía es determinante.
Abrimos la puerta y salimos al camino con nuestros sueños. Emprendemos la vida cotidiana con las fantasías y el espíritu que nos llena de optimismo, ilusión y felicidad. Luego ya se verá, pero mantener el esfuerzo para sostener ese impulso es la clave. Y el secreto es expresar una sonrisa amable y fulgurante en todo momento.
Al despertar se confirma esa sensación, esa certeza de seguir adelante. Asumir la responsabilidad de esa lucha cotidiana por nosotros y por quienes nos rodean, es vital. Una tarea que exige ponerse manos a la obra con fuerza, ganas, actitud positiva, amor y una sonrisa.
El renacimiento cotidiano, que tenemos la suerte de experimentar. Nos permite ser protagonistas de la mejor historia que hoy podremos escribir. Solo tenemos que dar ese primer paso, donde todo comienza y sonreírle a la vida. Dejando que la alegría, la ilusión y la fantasía nos guíen por esa senda maravillosa.
Y nos encontramos otra vez, tenemos la fortuna de una nueva oportunidad. De abrir la puerta y elegir nuestro sendero. Ese camino que nos brota desde lo más profundo de nuestro ser. El que nos dicta el corazón. El que nos permite generar y compartir algarabía, fantasía y esperanza con quienes nos rodean. A sonreírle a la vida siempre.
Cada mañana tiene su belleza. Sea soleada o lluviosa, siempre existe algún detalle que pone el toque hermoso. En especial, el abanico de oportunidades que nos ofrece el nuevo día. Asumir el riesgo, dar el primer paso para disfrutar el camino sin miedo. Y hacerlo con una sonrisa, sintiendo y compartiendo la alegría de vivir, es nuestra decisión.
Despertar es soltar amarras. Es dejar el noray libre y emprender la singladura. Es tener un derrotero, que los sucesos del trayecto pueden cambiar al plan de contingencia. Estar preparados es la clave. Y mi forma de lograrlo es dejando fluir las emociones positivas, manteniendo una actitud acorde y una sonrisa esperanzadora.
Al igual que cada mañana, nos zambullimos en ese inmenso mar. Donde domina la incertidumbre, el miedo y la ausencia de asideros. De todos modos nos lanzamos, ávidos de aventura. Confiados en nuestra capacidad, en la fuerza, ganas y actitud que ponemos en cada actividad. Seguros de emprender con algarabía, optimismo y esperanza cada objetivo.
Sueños y fantasías que revivimos al despertar, son ese tesoro escondido, algo que todos llevamos dentro. Es el gran descubrimiento, el misterio del que todos nos burlamos. El mensaje interior que nos negamos a descifrar. Y la fuente de lo que nos sucede, el germen de la alegría, ilusión, amor y esperanza.
La vida es ese trayecto en el cual debemos disfrutar cada tarea, cada paso, cada pequeño detalle sin escatimar esfuerzo. Si estamos en el camino, significa que tenemos otra ocasión para hacerlo. Elegir ese hermoso y duro sendero, emprender cada jornada con ese espíritu, algarabía y ganas, depende de nosotros.
Al levantarnos cada mañana, renace con nosotros una nueva oportunidad. Otra ocasión gestada en la esperanza, en las ganas de vivir, en la necesidad de festejar y compartir. Y al transitar por esa senda sonriéndole a la vida, creamos el clima propicio para lograr el objetivo. Permitir que la algarabía, la fantasía y el amor sean el hilo conductor de la sociedad.
Amanecer y salir al camino, el gran secreto de la vida. El misterio de volver a ponernos en movimiento. La magia de conectar con todo lo que nos rodea. Es generar y fortalecer esos vínculos tan importantes, dejando fluir y compartiendo amor, alegría, ilusión, optimismo, buena onda y esperanza. Y para todo ello, una sonrisa es fundamental.
Los despertares son oportunidades, puertas que se abren ante nosotros. Salidas y entradas a mundos desconocidos, que nos deparan innumerables aventuras. En nosotros está la decisión, aceptar el desafío encarando el trayecto con algarabía, entusiasmo y esperanza. O dejar pasar el tiempo resignados. Yo elijo sonreírle a la vida y asumir el reto.
Y volvemos al camino a continuar la obra. Aunque en realidad, cada jornada es un nuevo trabajo, un nuevo proyecto que creamos desde cero. Y son todos diferentes, solo por dejar fluir los sueños y las sonrisas. Que permiten desplegar la alegría, la ilusión, la fantasía y el amor en ese trayecto compartido.
Crisis de confianza, de crédito, de identidad. Estamos en una burbuja en expansión, que parece tener un crecimiento ilimitado. La inflamos constantemente y se le han puesto muchos nombres. Hoy le llamamos globalización. Y forma parte de la estructura económica que domina el mundo desde tiempos inmemoriales.
Esa permanencia, mas allá de algunas teorías surgidas con ánimo de cambio. Pero que en definitiva mantienen el concepto original, solo que con un par de variantes. Señalar un culpable de todos los males y trasladar el manejo de un grupo a otro. Y todo se basa en intrigas, en una combinación de elementos, donde el espionaje, la conspiración y la corrupción campan a sus anchas.
Y esa historia de constantes movimientos, de conflictos y esfuerzos por ostentar el poder, por dominar el mundo. Nos han llevado de crisis en crisis, en un ciclo repetitivo de subidas y bajadas, de guerra y paz. Manteniendo un permanente trasiego de información, una búsqueda interminable de datos que permitan tener claro hacia dónde ir.
Una interminable lucha de poderes, que requiere un volumen y calidad de datos, que se deben obtener en las sombras. El espionaje, el reclutamiento de confidentes, la desinformación, los datos e información falsa. Un mundo subterráneo, que ya forma parte del diario vivir, donde todos somos espiados oficial y extraoficialmente. En fin, todo eso que hoy manejamos y que nadie ignora. Y que forma parte del discurso político y social cotidiano.
Pues todo eso, acumulado a lo largo de los años y en todos los niveles políticos, económicos, religiosos y sociales, nos tiene inmersos en la aludida crisis de confianza. El crédito caído en desgracia, generó una crisis de identidad individual y colectiva de proporciones bíblicas. Sumiéndonos en una decadencia, que parece no importar a nadie. Da la impresión, que ya nos da todo igual, que es posible seguir así, sin hacer las correcciones necesarias.
A pesar de eso, quienes se encargan de todo el tinglado, quienes hacen permanentemente uso y abuso de todos esos manejos, se muestran ruborizados. Se ofenden por ser espiados, por espiar, por utilizar la información que les conviene. Y con ello, intentan justificar, blanquear sus actos y consolidar su posición.
Todo, buscando su propia satisfacción y la de su círculo de seguidores cercano. Y para el resto de los mortales, dejan las migajas, lo que se pueda obtener en ese río revuelto al que nos lanzan. Nunca tienen en cuenta para ser partícipes de la bonanza, solo cuando necesitan el voto para encaramarse en posiciones de poder.
Al final, lo que queda claro, es que esa aparente omnipotencia, ese poder que pretenden ostentar, es insignificante. Se trata de un instante de alguien insignificante, que en su irrelevancia, es capaz de infligir mucho daño. De aplicarse en mantener e incrementar esa crisis de confianza, olvidando donde radica el verdadero poder. El que está en cada uno de nosotros, en nuestra capacidad para generar y compartir emociones positivas a pesar de todo.
Esas sensaciones y sentimientos tan profundos, tan personales, tan menospreciados e infravalorados, son el fundamento de la confianza. El amor, la alegría, la ilusión, la fantasía, la esperanza son valores escasos, y son la base, el sostén de nuestro crédito e identidad. En definitiva, esa felicidad en apariencia frágil y efímera, es el sostén de la vida, el sostén de la sociedad.
El amanecer y nuestro despertar, es un abanico de colores que se abre cada mañana. Disponemos de una paleta compleja, desafiante y hermosa, con la que delinear nuestra vida. Algo que debemos hacer pincelada a pincelada, abriendo la mente y el corazón. Dejando que nos gane la algarabía, el esmero y el cariño.
El milagro cotidiano del despertar, de salir al camino con ganas, fuerza y actitud positiva. Sí, somos nosotros, ese suceso maravilloso que expresa la voluntad de vivir intensamente. Algo que solo es posible en la medida que dejamos aflorar, expresar y compartir las emociones positivas con alegría, ilusión, amor y esperanza.
Desde que arrancamos la jornada hasta el final del día. La vida es una sucesión de instantes, de situaciones que se acumulan. Todas diferentes, en un amplio espectro desde la tristeza a la euforia incontenible. Y ese proceso lo catalizamos nosotros. Somos el factor clave para sostener la algarabía y las sonrisas vivas a lo largo del trayecto.
Somos supervivientes en base a expresar y compartir nuestros sentimientos con valentía. Dejando fluir nuestras capacidades y talentos. Gracias a las cuales creamos alegría, ilusión, buena onda, optimismo, amor y esperanza. Las que esparcimos a lo largo del trayecto, en un saludo, en un gesto o en una sonrisa sincera.
Supervivencia, un concepto que aún estamos tratando de incorporar, de hacerlo consciente y asumirlo. A raíz de la pandemia y subrayado ante una reciente e importante guerra, casi en el patio de casa. Dos eventos consecutivos y de características apocalípticas, que según parece, no nos conmovieron suficientemente. Nos distraemos con otros elementos que van surgiendo y perdemos de vista lo de verdad trascendente. Intentamos no darnos cuenta, escondemos la cabeza y esperamos que los problemas desaparezcan.
Y esa supervivencia, es algo cotidiano, algo con lo que compartimos nuestra existencia desde que nacemos. Nuestro trayecto vital es esa lucha cotidiana por sobrevivir y lograr despertar a una nueva oportunidad. Una contienda, que aflora y se hace visible ante hechos de grandes proporciones, especialmente al sufrirlos en carne propia. Y que se atenúan ante una mínima posibilidad de dar por superado el mal trago. Pero siempre estará ahí, es parte nuestra aunque no nos guste aceptarlo. Aunque continuemos escondiendo la cabeza en oscuros huecos que solo nos aíslan.
Y debemos aceptar, que sobrevivir es algo intrínseco a nosotros. La supervivencia es lo que nos mantiene aquí. Es lo que nos permite seguir disfrutando las mieles que la vida nos brinda. Es ese gran objetivo que debemos abrazar cada jornada. Que si bien es algo individual, un esfuerzo personal imposible de delegar. También implica compartir, en especial el ejemplo de asumir nuestra propia subsistencia. Mostrar el camino, el modo de llevar adelante nuestras vidas. La forma de crear y compartir nuestra propia felicidad, esa amalgama que sostiene la vida.
Asumir ese rol tan personal, tan importante para nosotros y quienes nos rodean, define nuestra personalidad. Muestra esa vitalidad, esas ganas de vivir y disfrutar independientemente de los sinsabores que a cada paso nos encontramos. El día a día, está sembrado de todo tipo de situaciones, dulces y amargas. De todas ellas se obtienen elementos importantes para sostenernos y fortalecernos más allá de las caídas. La supervivencia, es mantenernos ahí, estar atentos, es compartir momentos, liderar, dejarnos llevar y todo aquello que nos llene de vida. Es buscar, amar, reír, llorar y ser felices hasta que nos toque partir.
Salir al camino cada día, es darnos esa oportunidad de mostrar lo que somos. Y eso solo ocurre cuando dejamos aflorar nuestras emociones. Más allá de mostrar nuestra sagacidad e inteligencia práctica, expresar y compartir lo que sentimos. Permitir que se vea esa veta sensible en una simple sonrisa, nos define.
Agradecer cada amanecer, es de buena educación. Y también lo es, saludar amablemente a quienes nos rodean. Compartir una sonrisa y transmitir alegría, ilusión, buena onda, amor y esperanza. Y eso se aprende en casa, en nuestro entorno cercano. Y esa buena educación es el sostén de la sociedad.
Al ser agraciados con el don de extender nuestra vida otra jornada. Deberíamos sentir, que somos llamados a algo mas, que dejarnos llevar por la inercia. Darnos cuenta, que sentarnos a observar y permanecer inmóviles, no ayuda. Con ese impulso y algo de esfuerzo, aportaremos alegría, ilusión y esperanza, o una simple sonrisa.
Las cosas son más simples de lo que pensamos. El factor fundamental de cada día es tener la fortuna de despertar. Luego podremos elegir por dónde emprender los siguientes pasos. Y para que todo tenga sentido, emplear energía en generar y compartir algarabía, fantasía y sonrisas. Así se logra la perfección.
La vida, ese escenario donde todos quienes tenemos la suerte de seguir adelante, debemos asumir nuestro rol. Donde nadie puede quedarse al margen, pues en algún momento nos pedirán cuentas. Y en el devenir del periplo cotidiano, sonreír y compartir alegría, ilusión, amor y esperanza, está en la lista de tareas prioritarias. Feliz miércoles!!!!
Sueños y fantasías, marcan nuestra vida. Y cada despertar, significa una nueva oportunidad para dar nuestro mejor esfuerzo en ese sentido. Saliendo al camino con fuerza, ganas y actitud positiva a emprender la tarea. La algarabía y el amor puestos en ello y la satisfacción de haberlo intentado, se resumen en una sonrisa.
La vida es esa suma de amaneceres, atardeceres, pequeños detalles, estridentes palabras y profundos silencios. Y en cada una de esas situaciones, la esencia que nos sostiene es la felicidad. Y aunque no lo parezca, la alegría, la ilusión, el amor, la fantasía y la esperanza afloran en una simple sonrisa.
Cuando toca despertar, solo queda sacudirse el letargo y ponerse manos a la obra. Tener la fortuna de emprender la vida una nueva jornada, nos exige ese maravilloso esfuerzo. Y la mejor opción es hacerlo desde el amor, la algarabía y el respeto. Que compartimos con nuestros seres queridos.
