El despertar es maravilloso, es una nueva oportunidad. Y salir al camino es parte de ese proceso, en el que equilibramos sueños agradables y tormentosas pesadillas. Es guerra y paz, orden y caos. Contiendas interiores que agotan y debemos aprender a gestionar. A transformar en emociones positivas, para ser mejores.
Y sigo aquí. Y vuelvo a lanzarme al camino. Y doy gracias nuevamente por la oportunidad. Y aunque parezca que gasto mi energía en nadar contra corriente, sigo avanzando en mi propósito. Salir cada día con una sonrisa, mostrando mi determinación a seguir así, lleno de fe, algarabía y amor por quienes me rodean. Feliz domingo!!!!
Salir al camino después de un buen descanso, es retomar el camino ligeros de equipaje. Dejar atrás las cargas, que desgastan y consumen nuestra energía vital. Significa permitir que afloren las emociones positivas, con las que creamos amor, alegría, ilusión y esperanza. Es, sonreírle a la vida a cada paso.
Un día tras otro, al ser agraciados con una nueva ocasión de vivir. Además de salir al camino con fuerza, ganas y actitud positiva, lo hacemos con recuerdos y vivencias pasadas. Testimonios de historias propias y ajenas, que de alguna forma nos condicionan y definen. Y gracias a ello, seguimos sonriéndole a la vida.
Ante la salida del sol, esa fulgurante estrella de la que extraemos nuestra fuerza y vitalidad. Esa invisible energía transformadora, que da continuidad a nuestro proceso de renovación permanente. Salimos al camino cada día a compartir esa experiencia, a hacer historia con amor y esperanza.
Por las mañanas, cuando tenemos la fortuna de ser agraciados con otra oportunidad. Al abrir la puerta, es menester levantar la vista y observar atentamente la belleza de todo lo que nos rodea. Percibir esos pequeños detalles, lo que nos llame la atención. Es abrir la puerta a nuestros mejores sentimientos.
For ever young, todos en el fondo, tenemos ese deseo de ser eternamente jóvenes. Pero con ciertas condiciones, la más importante, conservando los conocimientos y experiencia adquirida. Y en esa permanente búsqueda de la fuente de la juventud, se han invertido cuantiosos recursos. Incontables narraciones provenientes del principio de los tiempos. Chamanes, magos, druidas y alquimistas, han sido tradicionalmente fuente de especulaciones al respecto.
Hoy en día, muchos científicos trabajan en el envejecimiento celular y la forma de prolongar la vida. De hecho y sin entrar en temas bíblicos, gracias a los avances en salud y demás, nuestra expectativa vital se va estirando poco a poco. De todos modos y como decía al principio, mucha gente a lo largo de a historia ha incursionado en el tema. Bien por afán de conocimientos, o por ayudar a mejorar la vida en general, o por su ansia de ser for ever young. En éste último aspecto, se han apostado ingentes fortunas por parte de magnates de todos los tiempos.
Sin ir mas lejos, los actuales inversores en materia de envejecimiento celular y tratamientos anti-edad, son quienes lideran las listas de los más ricos. Seguramente como una inversión que a futuro puede ser muy redituable. Pero también, con la clara intención de que si es factible, poder rejuvenecer cuando lo necesiten. Y prolongar indefinidamente su vida, así como preservar y dar continuidad a sus proyectos y riquezas.
Toda esa inversión en el desarrollo científico y tecnológico, me parece muy bien. El conocimiento es importante, especialmente para compartirlo y mejorar la vida de todos. Pero, por otra parte, la naturaleza ya tiene un sistema desarrollado para preservar la vida. Todas las especies tienen en su genética el don de la inmortalidad. Algo tan simple como la procreación, asegura la continuidad de nuestro ADN. Vale decir, de algún modo nos perpetuamos en nuestra descendencia.
Algo que para muchos no es suficiente. Necesitan ser ellos mismos quienes perduren y puedan dirigir los destinos de sus creaciones. Y también, de alguna forma afloran esas ansias de poder, de dominio, inherente a los inmortales. Ese afán auto divinizador, del que nadie sabe sus consecuencias, simplemente cortaría el ciclo vital natural de algunos. Quienes en su omnipotencia terrenal, en ese nuevo Olimpo, dirimirán el destino de todos los demás. Pero vaya sorpresa, sin llegar a ser inmortales, eso ya sucede desde tiempos inmemoriales. Y además, aquellos atlantes, seres desarrollados y superiores, sucumbieron ante la fuerza de la naturaleza. Finalmente, siempre es posible que por un acontecimiento fortuito, todo se trunque.
Por tanto y como conclusión, me pregunto para qué todo eso. Los conocimientos y la experiencia de vida, deben generarse desde cero. Cada nuevo ser, debe experimentar y desarrollar sus propios conocimientos, con la orientación de sus progenitores y la tribu. Y en ese proceso vital de aprendizaje continuo, desde el amanecer hasta el ocaso, se hace posible. No importa la edad, estar dispuestos a experimentar y compartir conocimientos, dejando fluir los sueños. Permitir que nuestra creatividad y fantasía hagan su magia, resume ese espíritu juvenil y define el for ever young.
Todo amanecer puede ser un descubrimiento. El detonante que permita hacer aflorar nuestras emociones positivas. La chispa que desate nuestra fantasía y nos ponga manos a la obra. Y todo lo que surja a lo largo del trayecto, debemos encararlo con alegría, ilusión, amor y esperanza. A soltar amarras.
Cada despertar es el comienzo de una nueva historia. Algunas se generan en base a nuestras acciones, en nuestro entorno, otras allende la mar. Y en su gran mayoría, cuentan anécdotas de héroes anónimos. Seres que en la búsqueda de emociones positivas, afecto y felicidad, hacen proezas inconmensurables.
Como siempre, estoy contento y agradecido de estar aquí. De disfrutar una nueva y hermosa mañana. Y no solo por la belleza que me rodea, sino especialmente por tener la oportunidad de gozar la vida. De compartirla con alegría, ilusión, buena onda, amor y esperanza con quienes están a mi alrededor.
A la orilla de la mar, nos despierta el arrullo de las olas. Ese sonido rítmico y pausado, que tantos recuerdos y sensaciones nos despierta. Una cadencia que nos impulsa a poner rumbo, a encarar el camino poniendo cara al viento. Y a dejar huella con nuestro esfuerzo, algarabía, amor y esperanza.
Al salir el sol, todo se ilumina. Se despeja el camino y es posible ponernos manos a la obra, para dar nuestro mejor esfuerzo. Por nosotros mismos y por quienes están a nuestro lado. Compartir emociones positivas, que se transforman en afecto, abrazos, sonrisas y complicidades. Se trata de avanzar dando buen ejemplo.
A diario, cuando la vida nos premia con una nueva oportunidad. Casi sin excepción, retomamos vicios y rutinas que nos hacen olvidar la dimensión emotiva. Y nos perdemos, dejamos de sentir alegría, buena onda, optimismo. Dejamos de expresarnos con sonrisas que son la esencia misma de la vida.
Siguiendo nuestro ciclo natural, transitamos del amanecer al ocaso siguiendo las reglas naturales. Obedeciendo ese plan divino que nos guía, aunque alguna que otra vez lo olvidamos. Perdemos de vista que todo es cíclico, que somos imperfectos y que hay ciertas cosas imprescindibles. Alimento, cobijo, amor, alegría, ilusión y esperanza.
Cada despertar es una ola que arrasa. Incontenible y solo tenemos que abrir la puerta y salir al camino. Elegir la senda y aprovechar el impulso, que complementaremos con esfuerzo, ganas y actitud positiva. Además de condimentarlo con toques de algarabía, optimismo y una amable sonrisa que todo lo puede.
Ante la rutina aparente del despertar, se experimenta una transmutación personal permanente. Pequeñas e imperceptibles transformaciones que nos hacen mejores. Y como todo en la naturaleza, se expresa en las acciones, en el modo de compartir alegría y emociones positivas. A disfrutar la jornada.
Si cada amanecer salimos al camino asumiendo nuestra realidad, apreciando nuestra capacidad de crear, compartir y disfrutar. Estaremos en la senda correcta, la que nos permite lograr que ese esfuerzo por generar algarabía y felicidad fructifique. Propagando a los cuatro vientos el mensaje.
La magia del despertar, nos propone salir al camino a disfrutar el espectáculo de la vida. Y la mejor fórmula que se me ocurre, es haciendo aflorar alegría, ilusión, fantasía, amor y esperanza. Compartiendo una sonrisa con quienes nos acompañan en el trayecto. A pasarlo bien.
Al renacer cada día, todo se reorganiza. Es la transformación que experimentamos en el transcurso de nuestro trayecto vital. En especial, cambia nuestra forma de percibir lo que nos rodea. Y damos valor a lo que significa vivir y compartir la experiencia emocional, destacando el ser y sentir por encima de todo.
Día tras día, salimos al camino a enfrentar los desafíos que nos propone la vida. Y en ese ir y venir, que por momento se torna agotador, se suceden instantes de diferente carácter. Pero mas allá del cansancio, siempre queda un resto de energía positiva. La que nos permite extraer esa sonrisa de satisfacción.
El prodigio de ser un día más, nos impone la tarea imprescindible de ser auténticos, originales y honestos. En primer lugar con nosotros mismos y a partir de ahí, compartir con quienes nos rodean todo lo bueno que de ello surja. De ese esfuerzo permanente, afloran la alegría, ilusión y las sonrisas.
Todo cambia cuando percibimos la luz con nuestros sentidos. Así, captamos esa mezcla de estímulos heterogénea, que nos evoca quienes somos. Desde ese momento, comenzamos a transitar el camino creando un clima proactivo y generador de buenas vibraciones. Fuente de algarabía y esperanza.
Despierto y salgo al camino para disfrutar cada pequeño detalle. Sintiendo que todo es movimiento. Que cada encuentro en el trayecto es un regalo para vibrar en armonía. Y, que todos son sucesos imprescindibles en el proceso vital. Forman parte de ese balance generador de felicidad.
Levantarnos y salir al camino, siempre es un desafío. Un reto constante para hacer o percibir algo sorprendente y genial. Pero además y especialmente, para ser generadores de alguno de esos actos. Cosas tan simples como sonreír, ser amable y cordial, crean el clima propicio para un trayecto maravilloso y en paz.
Y ahí vamos, al igual que cada día. El despertar nos sorprende con novedades, que más allá de su carácter, hay que disfrutar. Nuestro trayecto vital es una escuela de compartir. Y dónde es posible extraer elementos que aporten alegría, ilusión, felicidad y esperanza a quienes coincidimos en el camino.
Renacemos de las cenizas, de nuestras luchas a brazo partido del día anterior. Después de haber dato todo de nuestra parte. De entregarnos a esa maravillosa y épica lucha cotidiana que implica la vida. Luego de eso, aún queda energía en esas brasas de amor, fe y esperanza desde donde volvemos cada día con una sonrisa. Feliz viernes!!!!
Los amaneceres y atardeceres, son sorprendentes, nos asombran con algo diferente. Y mas allá de cualquier circunstancia, despejan el camino con pinceladas de esperanza. Por eso, a cada paso asumimos y honramos el compromiso para seguir sonriéndole a la vida.
El descanso, la pausa en el camino, nos permite reponer energía. Abre nuestra mente a la reflexión, dejando decantar las ideas y lo aprendido. Y así, nos preparamos para volver al camino, para ser capaces de explorar a fondo cada detalle. Y hacer aflorar las emociones positivas que nos nutren y apaciguan.
