Recién, viendo las noticias, me desayuno con que los electos diputados para gestionar el trabajo parlamentario en los próximos cuatro años, están a quejarse por cosas como quien se ve más o menos, o por subdividir un partido para conseguir más dinero. En fin, yo creía que lo más importante era ir a trabajar por y para el pueblo, sacar adelante leyes para la felicidad de la gente que cada día se levanta sin quejarse para sobrevivir una jornada más.
Suponía que era por eso, no para quejarse por sus propios apetitos de poder, o por dinero, o para que los vean, gente quejumbrosa y negativa sobra. Así no se cambia nada, solo se entra en la vieja casta y demuestra poco interés y ningún conocimiento de los problemas reales de la gente común que terminamos engañados y pagando los platos rotos de todos.
Quienes nos encontramos a la intemperie, luchando contra todos los elementos por subsistir y generar alegría, ilusión y felicidad para nosotros y nuestro entorno cada día, vamos sacando en conclusión que ni las nuevas propuestas son nuevas, ni los cambios son tales, ni se deben cifrar esperanzas más allá de nuestras propias iniciativas, nuestra fuerza y nuestra actitud.
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