Cuantas veces nos descubrimos mirando por una ventana, sin
fijarnos en lo que hay más allá. Es un proceso de introspección, un feliz
momento para poner la mente en blanco, olvidando por un instante lo que sucede
a nuestro lado.
Nos invade una extraña sensación de paz, de bien estar, de
placer y felicidad relajantes que no podemos explicar, que nos deja ese dulce
sabor y ganas de más. Pero también es bueno admirar y disfrutar del paisaje.
Aquí les mando una vista desde la ventana, para que intenten
experimentar esa felicidad. Se trata de una foto desde el monasterio del Mont Saint Michel, un lugar mágico.
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