Una foto, una pintura, una escultura, o cualquier otro tipo de expresión artística, como artista o diseñador y ejecutor de la obra, o como espectador o usuario que admira y disfruta de la misma, si bien pueden no ser las mismas sensaciones y motivaciones, lo cierto es que en ambos al final se produce algo similar, felicidad.
Desde el artista o diseñador, que movido por esa inspiración, es capaz de trabajar sin cesar hasta lograr plasmar esa idea genial, en un despliegue de energía vital, emociones y talento, entregando el fruto de su esfuerzo a los demás, para su disfrute y regocijo. Hasta el espectador o usuario que admira, disfruta y se conmueve con lo que ve y siente, haciendo honor y dando tributo al esforzado artista.
Se entabla así un diálogo no verbal, en el que lo transmitido hacia un lado y hacia el otro, genera felicidad, algo en lo que todos tenemos para aportar desde lo más profundo de nuestro ser, pues somos artesanos de nuestra vida y de la felicidad.
Esa nave vikinga, es todo una muestra del ingenio, la artesanía y el diseño de un pueblo que debía hacerse a la mar y fueron capaces de anticiparse a muchos otros pueblos en la conquista marítima. Seguramente la semana próxima estaremos visitando Stockholm, Bergen y Copenhagen, para aprender más de primera mano, de esos pueblos pioneros.
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