Cuando descubrimos un sitio, un paisaje que nos emociona, o nos hace sentirnos en paz y armonía con nosotros mismos, con la tierra en que vivimos y su grandiosidad. Perdemos la noción del tiempo, nuestra mente se pone en blanco y disfrutamos de poder respirar y apreciar nuestro entorno como nunca, sintiendonos parte del mismo. Eso es felicidad.
En éste lugar, en esa mar que ha sido el caldo de cultivo de la historia familiar desde tiempos inmemoriales, que también ha sido testigo de alguna de mis aventuras infantiles, en Porto do Son bañado por ese océano infinito, desde aquí esta postal.
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