Cuando descubrimos un sitio, un paisaje que nos emociona, o nos hace sentirnos en paz y armonía con nosotros mismos, con la tierra en que vivimos y su grandiosidad. Perdemos la noción del tiempo, nuestra mente se pone en blanco y disfrutamos de poder respirar y apreciar nuestro entorno como nunca, sintiendonos parte del mismo. Eso es felicidad.
Así como pasa con nuestra casa, también solemos apreciar poco los lugares a su alrededor que muchas veces no apreciamos en su magnitud, solo cuando alguien de fuera nos lo hace notar. Hoy quiero mostrarles una zona de la alameda de Santiago de Compostela.
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