Desde que tengo uso de razón, me considero emprendedor y empresario. De algún modo, mis padres emigrantes, me enseñaron que con trabajo duro sumado a una actitud pro-activa, con inteligencia práctica, la hoy conocida como inteligencia emocional, el amor por lo que uno hace, la felicidad de poder hacerlo y las ganas de llevarlo a cabo, se puede sacar adelante cualquier actividad que se quiera emprender.
Siempre recuerdo que los fines de semana, especialmente los domingos por la mañana, nos levantábamos temprano, yo siempre era el encargado de ir a la panadería Brasilia para comprar ese pan Marsellés recién salido del horno con el cual desayunábamos todos juntos, normalmente con mantequilla y alguna mermelada casera hecha por mi madre y con nuestra colaboración.
Luego, salvo muy contadas ocasiones, mi padre tenía alguna tarea para hacer, ya fuera mejoras en el fondo de casa, o arreglar el pequeño huerto, o limpiar el gallinero (en una época donde la avicultura comenzaba a desarrollarse en Uruguay, llegamos a tener 400 gallinas ponedoras y pollos parrilleros) todo una empresa familiar en base a la avicultura, montada en casa.
De hecho, siendo adolescente, mis padres comenzaron a viajar cada dos años a su pueblo en Galicia. Recuerdo la primera vez, como primogénito, mi padre me puso al tanto de la situación patrimonial de la familia, todo un detalle de bienes (incluidas las acciones de Laboratorios Santa Elena S.A.), la forma de administración y quién tenía poderes en caso de que algo sucediera.
Durante los dos meses que normalmente duraban sus viajes, yo quedaba encargado de manejar la familia con la supervisión de Juan y Laura unos vecinos maravillosos que aceptaron la tarea. De todos modos ellos no intervenían en las decisiones del negocio familiar, yo tenía que salir a vender para obtener recursos y mantener alimentadas a las aves. Desde pequeño comprendí la dificultad de llevar adelante una empresa, el esfuerzo que implica, la creatividad necesaria y la importancia de los clientes.
Cada uno tiene su historia que se hace en función de lo aprendido, lo vivido y lo sufrido, pero al final el empeño, la determinación, la actitud positiva, nos conduce a que quienes llevamos adelante las empresas, por el camino correcto, independientemente de su tamaño, de la mala prensa en general que tenemos, pues aparentemente somos esos oligarcas que manejan los hilos del mundo para enriquecernos vilmente a costas de la pobre gente, también es cierto que en todas partes hay personas nefastas que afortunadamente son una minoría, pero hacen mucho daño a todos.
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