El vino nos acompaña desde tiempos inmemoriales, es el elixir divino por excelencia, que tanto ha alimentado, relajado y ayudado a la salud de la humanidad. Entre otras propiedades tiene la virtud de aglutinar y hacer sociables a las personas, que con una copa de vino, un fuego y poco más, pueden estar horas conversando y pasando momentos agradables, de alegría y felicidad.
Esa camaradería, complicidad, amistad y felicidad entorno a una copa de vino, es algo insuperable, pues cuando se chocan las copas en un brindis, se confirma una fraternidad cuasi divina.
Qué agradecidos debemos estar a Dioniso (Baco), y sus esforzados colaboradores los bodegueros, por la alegría, algarabía y felicidad que nos producen esos maravillosos y mágicos elixires. Con Rosa mi esposa, salimos muchas noches a dar un paseo por Noia y tomamos un vino, algunas veces acompañamos con un buen jamón.
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