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jueves, 12 de mayo de 2022

Crisis de confianza


Crisis de confianza, de crédito, de identidad. Estamos en una burbuja en expansión, que parece tener un crecimiento ilimitado. La inflamos constantemente y se le han puesto muchos nombres. Hoy le llamamos globalización. Y forma parte de la estructura económica que domina el mundo desde tiempos inmemoriales. 

Esa permanencia, mas allá de algunas teorías surgidas con ánimo de cambio. Pero que en definitiva mantienen el concepto original, solo que con un par de variantes. Señalar un culpable de todos los males y trasladar el manejo de un grupo a otro. Y todo se basa en intrigas, en una combinación de elementos, donde el espionaje, la conspiración y la corrupción campan a sus anchas. 

Y esa historia de constantes movimientos, de conflictos y esfuerzos por ostentar el poder, por dominar el mundo. Nos han llevado de crisis en crisis, en un ciclo repetitivo de subidas y bajadas, de guerra y paz. Manteniendo un permanente trasiego de información, una búsqueda interminable de datos que permitan tener claro hacia dónde ir. 

Una interminable lucha de poderes, que requiere un volumen y calidad de datos, que se deben obtener en las sombras. El espionaje, el reclutamiento de confidentes, la desinformación, los datos e información falsa. Un mundo subterráneo, que ya forma parte del diario vivir, donde todos somos espiados oficial y extraoficialmente. En fin, todo eso que hoy manejamos y que nadie ignora. Y que forma parte del discurso político y social cotidiano. 

Pues todo eso, acumulado a lo largo de los años y en todos los niveles políticos, económicos, religiosos y sociales, nos tiene inmersos en la aludida crisis de confianza. El crédito caído en desgracia, generó una crisis de identidad individual y colectiva de proporciones bíblicas. Sumiéndonos en una decadencia, que parece no importar a nadie. Da la impresión, que ya nos da todo igual, que es posible seguir así, sin hacer las correcciones necesarias. 

A pesar de eso, quienes se encargan de todo el tinglado, quienes hacen permanentemente uso y abuso de todos esos manejos, se muestran ruborizados. Se ofenden por ser espiados, por espiar, por utilizar la información que les conviene. Y con ello, intentan justificar, blanquear sus actos y consolidar su posición.

Todo, buscando su propia satisfacción y la de su círculo de seguidores cercano. Y para el resto de los mortales, dejan las migajas, lo que se pueda obtener en ese río revuelto al que nos lanzan. Nunca tienen en cuenta para ser partícipes de la bonanza, solo cuando necesitan el voto para encaramarse en posiciones de poder. 

Al final, lo que queda claro, es que esa aparente omnipotencia, ese poder que pretenden ostentar, es insignificante. Se trata de un instante de alguien insignificante, que en su irrelevancia, es capaz de infligir mucho daño. De aplicarse en mantener e incrementar esa crisis de confianza, olvidando donde radica el verdadero poder. El que está en cada uno de nosotros, en nuestra capacidad para generar y compartir emociones positivas a pesar de todo.

Esas sensaciones y sentimientos tan profundos, tan personales, tan menospreciados e infravalorados, son el fundamento de la confianza. El amor, la alegría, la ilusión, la fantasía, la esperanza son valores escasos, y son la base, el sostén de nuestro crédito e identidad. En definitiva, esa felicidad en apariencia frágil y efímera, es el sostén de la vida, el sostén de la sociedad

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