Esos días especiales para cada uno de nosotros que marcan un fin y un principio, el fin de una etapa de nuestra vida y el comienzo de otra. Son momentos de festejo, de alegría, de ilusión, de buena onda y de felicidad entre otras cosas por recibir esos saludos tan especiales de nuestra familia y amigos a lo largo de la jornada.
No importa nada más, solo que tus amigos y familiares se acuerden de ti en ese momento y te digan algo agradable, estimulante, que nos acaricie el alma, que nos brinde esa fuerza espiritual tan necesaria para continuar otro año más. Y eso se hace más importante y trascendente en la medida que nos vamos haciendo mayores.
Hoy cumplo 58 años y afortunadamente he recibido esas caricias en el alma de familiares y amigos, pero especialmente de mi amada esposa Rosa que con un amoroso beso, unas cálidas caricias y esa sonrisa tierna, me brindó toda la fuerza y la energía necesarias para afrontar un año más y esperemos que mejor para todos.
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