En muchas ocasiones, nos cuestionamos nuestra suerte, sobre todo cuando pasamos por trances difíciles que nos llevan a situaciones límite. Nos cuestionamos aquel (¿porqué a mi?) y lo cierto es que si contamos el cuento, en realidad es una suerte haber pasado por esas circunstancias.
Si, es una suerte, ya que sufrir esas peripecias y superarlas nos pone en otro nivel, ya que cambia nuestra forma de pensar, sentir y valorar la vida. Nos hace más sensibles, pone en primer lugar las emociones, el amor, la alegría, la ilusión y la buena onda.
Todo ello nos hace más comunicativos, estimula nuestra inteligencia emocional hasta hacernos ver y sentir cosas que nunca antes habíamos experimentado. Al mismo tiempo nos ayuda a distinguir y descartar lo superfluo, lo banal, lo que no aporta o nos hace daño.
Y pueden ser diferentes elementos, desde simples cosas, fanatismos ideológicos o religiosos, o incluso personas nocivas para nuestro bien estar y el de nuestro entorno. Elementos a erradicar de nuestras vidas, para dar continuidad a nuestro transito por el camino de la felicidad.
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