Cuando hacemos cosas, muchas veces es posible cometer errores de diferente tipo y de consecuencias insospechadas. Evidentemente estamos hablando de yerros involuntarios que cometemos por distracción, impericia o por accidente. Normalmente al tomar conciencia del problema, si está en nuestras manos debemos subsanarlos.
Siempre es vital dar cuenta del problema creado a quienes puedan ser afectados, disculparse y plantear soluciones alternativas, haciéndonos cargo, es nuestra obligación desde todo punto de vista. Así mismo, las personas afectadas se transforman además en jueces que en función de su capacidad de comprensión y los factores afectivos, pueden ser más o menos benévolos con nosotros.
En nuestra actitud y capacidad para darnos cuenta de toda la situación, su real dimensión, así como poder valorar las emociones de los afectados, estará la posibilidad de poder pedir perdón y de ser perdonado. De todos modos, naturalmente seguiremos sintiéndonos mal por generar un problema que afecta a otras personas.
Independientemente de todo ello, debemos enorgullecernos por tener la capacidad de aceptar las criticas, por reconocer nuestros errores, por pedir perdón, por hacernos cargo y en la medida de nuestras posibilidades plantear soluciones viables. Por todo eso, debemos mantener la alegría, la buena onda y la felicidad que implica algo así, pues también es una actitud ejemplar.
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