Somos un cuanto de energía, habitando
un universo en constante transformación. Desde aquel primigenio
momento caótico del bigbang, que se va ordenando poco a poco,
cumpliendo su ciclo vital. Orden y caos, elementos vitales de nuestro
existir, desde el orden rutinario que reacciona, que explota, para
renacer del caos, en un balance constante entre matices de uno u
otro, amalgamados por el duro y constante trabajo de ser felices,
consumiendo constantemente energía, para lograr ese estado de
entalpía, ese estado de felicidad efímera, pero gratificante, a
partir del cual, reiniciamos el camino, en un estado de
transformación continuo, que confirma lo enunciado por Lavoisier.
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