En los últimos días, en casi todas las redes sociales, circulan una serie de párrafos escritos por el Dr. Favaloro. Ese gran médico argentino que lucho no solamente contra las enfermedades cardíacas, sino también contra una enfermedad mucho más cruel y compleja como lo es la falta de conciencia social y solidaridad del pueblo, especialmente de aquellos más pudientes y de los gobernantes de turno.
En esa dura lucha, supongo que más allá de sentirse derrotado e impotente, frente a esa falta de conciencia colectiva para ayudar al prójimo, su trágico final fue el último intento por dejar un testimonio que lograra perdurar en la memoria, para intentar por otra vía ese importante cambio y para que sirviera de ejemplo. Aparentemente lo logró, pues su última carta continúa circulando.
Tal vez yo no tenga la altura moral, ni la capacidad intelectual de él, de todos modos me permito discrepar con el camino elegido. Creo que en su mayúscula tristeza, no fue capaz de encontrar un sendero mejor y más ejemplar. La vida por la que él luchaba en todos los frentes, es para mi un ejemplo más útil y efectivo, si tenemos la fuerza, la actitud y la voluntad necesarias.
Esa fuerza, esa actitud, esa voluntad que nos ayudan a transitar por el duro y solitario camino de la alegría de vivir, la ilusión de poder influir al menos con el ejemplo, en la actitud de alguien hacia su entorno social y la felicidad de lograr esos pequeños éxitos que los hay y nos alientan a continuar por el sendero inagotable y apasionante de la vida. Que Dios lo tenga en la gloria.
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