La primera vez que observé un eclipse,
yo estaba en la escuela, era la hora del recreo aquella mañana en la
escuela 185 de Colón. Muchos niños llevaron películas
fotográficas, trozos de radiografías, vidrios ahumados y otros
elementos para poder observarlo, yo como otra gran cantidad de niños
no.
Nos las arreglábamos para intentar convencer a los compañeros que tenían los elementos adecuados, para que nos dejaran observar, o utilizamos la tela de nuestras moñas azules como red de difracción.
Nos avisaron de que no lo observáramos con la moña, que era perjudicial para la vista, pero nuestra curiosidad podía más y nos daba igual.
Hoy cuarenta y muchos años después como la mayoría de aquellos niños, tengo los problemas de vista normales para mi edad (los brazos cortos), y recuerdo cada momento de aquel acontecimiento, la sorpresa, la alegría y la felicidad vividas.
Nos las arreglábamos para intentar convencer a los compañeros que tenían los elementos adecuados, para que nos dejaran observar, o utilizamos la tela de nuestras moñas azules como red de difracción.
Nos avisaron de que no lo observáramos con la moña, que era perjudicial para la vista, pero nuestra curiosidad podía más y nos daba igual.
Hoy cuarenta y muchos años después como la mayoría de aquellos niños, tengo los problemas de vista normales para mi edad (los brazos cortos), y recuerdo cada momento de aquel acontecimiento, la sorpresa, la alegría y la felicidad vividas.
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