Una foto, una pintura, una escultura, o cualquier otro tipo de expresión artística, como artista o diseñador y ejecutor de la obra, o como espectador o usuario que admira y disfruta de la misma, si bien pueden no ser las mismas sensaciones y motivaciones, lo cierto es que en ambos al final se produce algo similar, felicidad.
Desde el artista o diseñador, que movido por esa inspiración, es capaz de trabajar sin cesar hasta lograr plasmar esa idea genial, en un despliegue de energía vital, emociones y talento, entregando el fruto de su esfuerzo a los demás, para su disfrute y regocijo. Hasta el espectador o usuario que admira, disfruta y se conmueve con lo que ve y siente, haciendo honor y dando tributo al esforzado artista.
Se entabla así un diálogo no verbal, en el que lo transmitido hacia un lado y hacia el otro, genera felicidad, algo en lo que todos tenemos para aportar desde lo más profundo de nuestro ser, pues somos artesanos de nuestra vida y de la felicidad.
Hoy nuevamente vuelvo al arte religioso, es que el fin de semana visitamos la el monasterio de Monfero en la zona de las bragas do Eume y entre los objetos expuestos, tenían trozos del retablo del altar mayor que en su época fue tallado en madera por unos artesanos dignos de mencionar. Es un trabajo maravilloso hecho hace siglos que al menos lo han expuesto para deleite de quienes visitan el lugar. En próximas entradas seguiré mostrando otras partes del mismo.
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