Siempre nos hemos preguntado, de dónde venimos y a donde
vamos, es una cuestión que arrastramos
desde que salimos de la oscura caverna.
Encontrar una respuesta viene siendo motivo de una gran cantidad de
trabajos en todas las disciplinas artísticas, filosóficas, científicas. Esa
curiosidad por desentrañar el origen de las cosas, es casi una obsesión para
muchas personas que se lo han propuesto como prioridad.
Pero y si no hay un principio, el big-bang es a día de hoy
lo que se considera el inicio de lo que conocemos, pero para que esa gran
explosión ocurriera, evidentemente algo debió existir antes para provocar esa
reacción, debió existir otro principio. Todo eso en lo macro, pero si vamos a
lo micro, vemos que cada día aparecen nuevas partículas cada vez más pequeñas
que en sí mismas son otro mundo aparte.
Da la impresión que estamos funcionando en una rueda que
gira de forma constante, sin detenerse, como si el principio y el fin se
encontraran integrados en nosotros mismos. Si somos el principio y el fin , qué esperamos
para disfrutar de la vida con alegría, ilusión y felicidad. El tiempo no existe
pues somos una máquina biológica perfecta que se perpetúa a través de nuestra
descendencia.
Y aquí me acuerdo de un párrafo del “Martín Fierro” que dice
así, “Moreno voy a decir, según mi saber alcanza, el tiempo es solo tardanza de
lo que está por venir, no tuvo nunca principio ni jamás acabará, porque el
tiempo es una rueda y rueda es eternidad y si el hombre lo divide solo lo hace
en mi sentir, por saber lo que ha vivido o le resta por vivir”.
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