Hoy esperando mi turno en una entidad bancaria de Noia, me
sucedió algo que quiero mencionar, pues tiene que ver con el respeto a las
normas de convivencia en sociedad y a la felicidad. Así fue que saqué el número 9 y en ese
momento las cajeras estaban atendiendo al 89 de la serie anterior.
A todos nos gusta que nos atiendan lo más rápidamente
posible, pero cuando toca esperar, pues hay que hacerlo y nada más. Tenía unas
veinte personas delante y me dispuse a aguardar tranquilamente. Entre las
personas que fueron llegando, una chica muy joven recogió su número y comentó algo con unas personas respecto a
la cantidad de gente y los números que tenían, a ella le tocó el 16.
Como siempre pasa, mucha gente se cansa de esperar y se
marcha, por lo que los turnos iban pasando muy rápido, hasta que luego de unos
quince minutos saltaron varios seguidos y la chica, muy despierta intentó pasar
antes de tiempo, a lo cual reaccioné indicándole que no era su turno y que debía
esperar, pues en mi caso seguramente habría más personas antes que ella.
No le gustó mucho mi reproche y se justificó argumentando
que le parecía tonto no aprovechar la ocasión, a lo cual le respondí que debía respetar
su turno y el de los demás, relajarse y esperar tranquilamente, pues
inteligentes somos más o menos todos.
Inmediatamente los números sucedieron y tocó el 7 al que respondió un
señor mayor, quien no se había manifestado ante el suceso con la chica y luego
casi enseguida mi turno.
En otra situación, si no hubiera visto a la chica llegar y
recoger su número, ni siquiera hubiera hablado, pero ocurrió que si y cuando
uno ve algo y no actúa para intentar corregir la injusticia, pasa a ser
cómplice, facilitador del suceso y claramente no tiene derecho a quejarse
luego. Impedir que se lleven a cabo injusticias si uno es testigo de ellas, también
es parte del ser feliz.
La foto, es de hace unos días en el puerto de Aguiño.
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