El vino nos acompaña desde tiempos inmemoriales, es el elixir
divino por excelencia, que tanto ha alimentado, relajado y ayudado a la salud
de la humanidad. Entre otras propiedades tiene la virtud de aglutinar y hacer
sociables a las personas, que con una copa de vino, un fuego y poco más, pueden
estar horas conversando y pasando momentos agradables, de alegría y felicidad.
Esa camaradería, complicidad, amistad y felicidad entorno a
una copa de vino, es algo insuperable, pues cuando se chocan las copas en un
brindis, se confirma una fraternidad cuasi divina.
Qué agradecidos debemos estar a Dioniso (Baco), y sus
esforzados colaboradores los bodegueros, por la alegría, algarabía y felicidad
que nos producen esos maravillosos y mágicos elixires.
Otra de las bodegas que visitamos en la zona de Reims, es una muy conocida por su champagne, donde pudimos recorrer las cavas y las viejas instalaciones, con un grupo de franceses guiados por un chileno muy amable, quien más allá de su obligación de hablar en francés, siempre nos preguntaba si teniamos alguna duda. Afortunadamente los cuatro años de francés en el liceo 9 de Colón fueron muy útiles a pesar de los años.
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