Siempre que uno visita casas de amigos, casi inmediatamente
surge la pregunta, ¿qué vas a beber? Normalmente y casi sin excepciones, la
respuesta es “… cualquier cosa...”. Es
algo totalmente automático, difícil de modificar que tiene una razón totalmente
lógica, si la invitación no viene acompañada de las opciones que tenemos.
Igualmente al responder así, le damos al anfitrión la
posibilidad de que nos traiga lo que tenga a mano, por más que nos haya
presentado todo el abanico de posibilidades, arriesgando a que nos traigan
alguna de las cosas que no nos gustan y que podamos dejar sin tomar, con lo
cual podemos estar haciendo un desprecio injustificable.
En una oportunidad, visitando a un amigo, me enfrenté a esa
pregunta y respondí automáticamente, a
pesar de que mi amigo nos ofreció una serie de posibilidades claras. Cualquier
cosa, mientras él se fue a buscar las bebidas, los demás quedamos conversando y
riendo las distintas anécdotas. Luego de unos instantes, llega nuestro amigo
con las bebidas solicitadas y luego de servir a todos los demás, me dice “… ya
te traigo lo tuyo…”.
Nuevamente se fue, aguardando su regreso seguimos charlando
y departiendo con los otros amigos, quienes ya disfrutaban de lo que habían pedido.
En lo que regresa el anfitrión con una copa y una botella muy bonita con una
etiqueta que decía “Cualquier cosa”, se trataba de un brandy de una empresa muy
ingeniosa que me bebí sin chistar a pesar de que no era una bebida de mi
agrado. Como pueden imaginar, a partir de ese momento mi respuesta cambió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario