Cuando descubrimos un sitio, un lugar, un paisaje que nos
emociona, que nos hace sentirnos en paz y armonía con nosotros mismos, con la
tierra en que vivimos y su grandiosidad. Cuando perdemos la noción del tiempo,
nuestra mente se pone en blanco, disfrutamos de poder respirar a pulmón lleno,
sentimos el viento y los demás elementos en la cara, apreciamos lo que nos
rodea como nunca, y nos sentimos parte de ese entorno. Eso es felicidad.
Otro de los lugares mágicos que a mi en particular desde la primera vez que lo ví me genera esa paz, esa felicidad y me transporta a otros tiempos, la zona de las torres de Catoira. Donde podemos apreciar esas ruinas de otros tiempos, en que los vikingos intentaron conquistar estas tierras, contrastando con las modernas obras de infraestructura, como el puente para el AVE.
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