Quinta anotación de bitácora:
Luego de aquel incidente en la habitación de las señoras,
volvió la calma y casi nada que pudiera llamar mi atención. El buque ya no
tenía más secretos para mí, por lo cual todo pasó a ser algo rutinario.
Igualmente recuerdo haber parado en un par de puertos más, supongo que Canarias
o Lisboa y finalmente Vigo el final del trayecto marítimo y el comienzo de
otras aventuras.
De la llegada a Vigo, solo recuerdo el momento en el que con
mis hermanas y mis padres entramos en el edificio de aduanas, enfrentándome a
un local inmenso algo oscuro y frío que tenía una zona de butacas enorme y casi
desierta, a no ser por una pareja de viejitos que esperaban en un extremo y
generaban una gran emoción y felicidad en mis padres.
En aquel momento conocimos a abuela Felisa y al abuelo José,
la madre de mi padre y el padre de mi madre. Ambos aguardaban sentados en
aquellas butacas de madera mientras nos acercábamos rápidamente. Fue todo muy
cálido, emocionante y vertiginoso, con lágrimas, risas, abrazos, besos y todo
lo que implican esos reencuentros.
Aunque el recuerdo que más frecuentemente resurge, es el del
abuelo José, quien luego de saludar a mis padres y a todos nosotros, en un
gesto bien de abuelo conocedor y cómplice con sus nietos, de forma que mis
padres no vieran, saco del bolsillo de su americana, un paquetito de galletitas
dulces que me ofreció y que yo gustosamente acepté. Fueron las galletitas más
ricas que he probado en mi vida y de las que lamentablemente no recuerdo la
marca.
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