Toda decisión humana, lleva con sigo
una acción, darle para adelante, o no hacer nada, quedarse quieto,
esconderse, en fin, en cualquier caso, implica riesgos. Y la vida se
trata de esas cosas, de arriesgarse, de asumir retos, de seguir
caminos desconocidos que no sabemos a donde nos llevarán.
Recuerdo una oportunidad, estando en mi primera experiencia escolar, cursaba el segundo año ( si, yo comencé la escuela en segundo, en aquel momento, por decisión familiar, me hicieron dar un examen para saltarme primero, el que aprobé, y aunque los primeros días fueron realmente complicados, pues la directora y las maestras me tenían de una clase para otra, hasta que al final se decidieron).
Ya promediando el mismo y próximos al final de la jornada, me vinieron unas ganas incontrolables de ir al baño. En ese momento valoré mi capacidad para aguantar hasta que sonara la campaña, la actitud de la maestra Margarita, era muy severa y no le gustaba mucho dejar que fuésemos al baño, era algo agresiva en sus formas en mi opinión (le tenia algo de miedo para ser sincero), por lo que arriesgué.
Me quedé sentado en mi banco, en el medio de la clase, y asumí el riesgo de cagarme sentado frente a todo el grupo. Y finalmente así fue, la diarrea pudo más, la vergüenza, el bochorno, el escarnio público ante los compañeros primero y luego ante toda la escuela, sumado a la paliza que me dieron en casa.
Igualmente todo eso fue superado por el alivio, y la felicidad de haberme liberado de aquella tortura de aguantar la cagalera. Al otro día volví a la escuela como si nada y con la lección bien aprendida. Lo que todavía me cuesta superar es el tema de los exámenes, nunca me gustaron, aunque supongo que a nadie le gustan.
Recuerdo una oportunidad, estando en mi primera experiencia escolar, cursaba el segundo año ( si, yo comencé la escuela en segundo, en aquel momento, por decisión familiar, me hicieron dar un examen para saltarme primero, el que aprobé, y aunque los primeros días fueron realmente complicados, pues la directora y las maestras me tenían de una clase para otra, hasta que al final se decidieron).
Ya promediando el mismo y próximos al final de la jornada, me vinieron unas ganas incontrolables de ir al baño. En ese momento valoré mi capacidad para aguantar hasta que sonara la campaña, la actitud de la maestra Margarita, era muy severa y no le gustaba mucho dejar que fuésemos al baño, era algo agresiva en sus formas en mi opinión (le tenia algo de miedo para ser sincero), por lo que arriesgué.
Me quedé sentado en mi banco, en el medio de la clase, y asumí el riesgo de cagarme sentado frente a todo el grupo. Y finalmente así fue, la diarrea pudo más, la vergüenza, el bochorno, el escarnio público ante los compañeros primero y luego ante toda la escuela, sumado a la paliza que me dieron en casa.
Igualmente todo eso fue superado por el alivio, y la felicidad de haberme liberado de aquella tortura de aguantar la cagalera. Al otro día volví a la escuela como si nada y con la lección bien aprendida. Lo que todavía me cuesta superar es el tema de los exámenes, nunca me gustaron, aunque supongo que a nadie le gustan.
La foto, es de un baño expuesto en Saneamentos Currucho S.L.
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