El vino nos acompaña desde tiempos
inmemoriales, es el elixir divino por excelencia, que tanto ha
alimentado, relajado y ayudado a la salud de la humanidad. Entre
otras propiedades tiene la virtud de aglutinar y hacer sociables a
las personas, que con una copa de vino, un fuego y poco más, pueden
estar horas conversando y pasando momentos agradables, de alegría y
felicidad.
Esa camaradería, complicidad, amistad
y felicidad entorno a una copa de vino, es algo insuperable, pues
cuando se chocan las copas en un brindis, se confirma una fraternidad
cuasi divina.
Qué agradecidos debemos estar a
Dioniso (Baco), y sus esforzados colaboradores los bodegueros, por la
alegría, algarabía y felicidad que nos producen esos maravillosos y
mágicos elixires.
Hoy quiero mencionar con especial énfasis, a los exquisitos champagnes que hemos bebido en Reims, de bodegas para la mayoría de nosotros desconocidas, sin dejar de mencionar también la gran variedad de cavas de distintas regiones de España. No puedo dejar fuera, los maravillosos vinos espumosos naturales de Uruguay, que desde hace algunos años vienen produciendo varias bodegas amigas. .
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