Vale decir, que no se trata solo de una excepción, de un caso puntual ante un traspié, que hace aflorar esa rebeldía, que también podría ser el caso. Pero en particular, me refiero a esa actitud esgrimida cada mañana al despertar y ponernos en camino para sacar adelante lo que nos depare el trayecto. Tiene que ver con nuestra capacidad para resistir las frustraciones y desencantos, esos que a diario experimentamos. Y esa misma aptitud, nos permite desarrollar y activar otros mecanismos vitales. Aquellos generadores de alegría, ilusión, buena onda, optimismo, solidaridad, felicidad, amor, esperanza y fantasía.
Esa capacidad para generar afectos y emociones positivas, es determinante para soportar, mitigar y dejar atrás todas las complicaciones del camino. Y ahí, es donde se destaca y cobra sentido la importancia de una caída. En ese preciso instante, en el que activamos los comandos de ese centro neurálgico generador de sensaciones y sentimientos positivos, es donde adquiere toda su dimensión. Por tanto, sigo insistiendo con la importancia de aprender a poner en funcionamiento esos comandos vitales y personales. Es una tarea íntima, que requiere conocerse, quererse, esforzarse y ponerse manos a la obra.
Y así voy yendo, manteniendo el rumbo fijo hacia mi ser feliz, compartiendo lo que hago, siento y pienso, a medida que avanzo por el camino. En ese tránsito, dejo caer a los cuatro vientos, éste pregón, éste discurso cotidiano con mis métodos y experiencias personales.
A disfrutar el día!!!!! A seguir cuidándose!!!! Les deseo una buena noche!!!!!
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