A liberar la fantasía

 Unas historias llevan a otras. Siempre recuerdos personales, o aquellos cuentos que nos hacían nuestros mayores. Escuchar atentamente, prestar atención a los detalles, sin perder de vista los gestos, era parte del escenario. Luego a liberar la fantasía. Uno de esos momentos especiales, en los que surgían esos temas, eran las tertulias familiares de sobremesa. En particular, los fines de semana, cuando el trabajo no era apremiante. Pues casi siempre, surgía alguna pregunta por nuestra parte, básicamente, buscábamos respuestas. Conocer nuestras raíces un poco más, saber de dónde eran nuestros padres. Nos daba alegría, ilusión, optimismo, felicidad, amor y esperanza.

Algo recurrente era preguntar por los abuelos y por la familia en general, en mi caso, tenía algunos recuerdos de aquel viaje a España cuando tenía cinco años. Mis hermanas más pequeñas, casi no tienen recuerdos tan claros. De todos modos, siempre surgía algún motivo para preguntar y así, obtener alguna historia nueva. Como decía, los abuelos eran una constante en aquellas charlas. En aquel viaje, solo fue posible conocer a abuela Felisa y abuelo José. La mamá de mi padre y el papá de mi madre, quienes aún vivían. Y si bien tenemos recuerdos vagos de aquellos tres meses compartidos con ellos y el resto de la familia. Teníamos muchas preguntas sin respuesta.

Así supimos, que abuelo José, había sido un buen carpintero, que en su juventud trabajó en la carpintería de la catedral de Santiago de Compostela. Luego cuando la guerra civil y la segunda guerra mundial complicaron todo, trabajó de minero en una mina de wolframio de Baroña. En fin, una vida dura, pero fructífera regada también de momentos agradables. Y despertaba nuestra imaginación, pensando en escudriñar los sótanos de aquella magnifica y misteriosa catedral. O perdiéndonos en los túneles de la mina de wolframio, en busca de un tesoro maravilloso. En fin. 

Y también surgían preguntas, sobre los abuelos que nunca conocimos personalmente. Supimos de abuelo Gerardo, que era pescador y emigro a Cuba, U.S.A., de allí, fue a Buenos Aires y posteriormente a Montevideo. Trabajó en lo que pudo, especialmente en la construcción. Pero además, formó parte de un grupo de emigrantes de Porto do Son, que fundaron la sociedad Hijos del ayuntamiento de Porto do Son, en Buenos Aires primero y luego en Montevideo. Donde la comunidad de personas nacidas en aquel ayuntamiento gallego, eran muy importantes. Imaginaba a mi abuelo, en los andamios del Empire State Building, o firmando el acta de fundación de aquellas sociedades. 

Y no me olvido de las abuelas, la abuela Teresa que falleció siendo nuestra madre muy niña. De ella, mi mamá nos contó algunas anécdotas, pero con vagos recuerdos por su prematura perdida. A la abuela Felisa, la conocimos y también seguramente la enloquecimos durante aquellos casi tres meses de visita. Era una persona muy tranquila y una mujer muy fuerte. Algo que demostró con creces al sacar a su familia adelante, luego de perder a su esposo en aquellos años tan difíciles de la guerra. Claramente no fue la única, por aquellos tiempos, todas las familias eran víctimas de algún sufrimiento similar. 

Así, con esos estímulos, con todo ese caudal de afecto y emociones positivas a flor de piel, nos lanzábamos a liberar la fantasía. Soñábamos con más viajes y aventuras junto a nuestros abuelos, junto a nuestros primos y tíos. Alimentado todo ello por las historias y por nuestras propias experiencias de viajes transatlánticos. 

Y así voy yendo, manteniendo el rumbo fijo hacia mi ser feliz, dejando aflorar todos esos recuerdos, todas esas historias que comparto con agrado.

A disfrutar el día!!!!! A seguir cuidándose!!!!! Les deseo una buena tarde!!!!!

Un abrazo!!!!!