Una foto, una pintura, una escultura, o
cualquier otro tipo de expresión artística, como artista o
diseñador y ejecutor de la obra, o como espectador o usuario que
admira y disfruta de la misma, si bien pueden no ser las mismas
sensaciones y motivaciones, lo cierto es que en ambos al final se
produce algo similar, felicidad.
Desde el artista o diseñador, que
movido por esa inspiración, es capaz de trabajar sin cesar hasta
lograr plasmar esa idea genial, en un despliegue de energía vital,
emociones y talento, entregando el fruto de su esfuerzo a los demás,
para su disfrute y regocijo. Hasta el espectador o usuario que
admira, disfruta y se conmueve con lo que ve y siente, haciendo honor
y dando tributo al esforzado artista.
Se entabla así un diálogo no verbal,
en el que lo transmitido hacia un lado y hacia el otro, genera
felicidad, algo en lo que todos tenemos para aportar desde lo más
profundo de nuestro ser, pues somos artesanos de nuestra vida y de la
felicidad.
Paseando por Bratislava, nos encontramos entre otras obras de arte callejeras, a ese obrero de bronce saliendo de la alcantarilla. Realmente ingeniosa forma de llamar la atención de los peatones y curiosos como nosotros.
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