Cuando descubrimos un sitio, un lugar,
un paisaje que nos emociona, que nos hace sentirnos en paz y armonía
con nosotros mismos, con la tierra en que vivimos y su grandiosidad.
Cuando perdemos la noción del tiempo, nuestra mente se pone en
blanco, disfrutamos de poder respirar a pulmón lleno, sentimos el
viento y los demás elementos en la cara, apreciamos lo que nos rodea
como nunca, y nos sentimos parte de ese entorno. Eso es felicidad.
Aquí otro de esos lugares, donde me siento en paz y armonía con la naturaleza, con la inmensidad de la mar, y la fuerza de los cuatro elementos. Cabo Finisterre, donde deben finalizar las peregrinaciones a Santiago de Compostela, con el clásico ritual de quemar el calzado utilizado durante el camino.
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