Hace unos instantes, reflexionábamos
con Javi sobre como cada uno debe ir adaptándose a su realidad, ir
dándose cuenta de sus límites, y dejar de hacer cosas que ya no son
posibles por distintas razones, e ir disfrutando de la felicidad de
aprender a hacer cosas nuevas todos los días.
A medida que pasan los años, pero
sobre todo cuando la gente joven y me refiero a joven cuando se trata
de personas menores de 25 años, nos comienzan a tratar de señora o
señor. Aquí se da un punto de inflexión, donde comenzamos a darnos
cuenta que ya no somos los jóvenes que fuimos.
El proceso de tomar conciencia de esa
situación se va agudizando, a medida que vamos descubriendo algunos
de nuestros límites, fundamentalmente desde el punto de vista
físico, ya no podemos hacer determinadas actividades, impedidos por
los kilos, o por viejas lesiones que con el tiempo se van haciendo
más y más dolorosas, empezamos a sentir el peso de los años.
Ello no implica que debemos claudicar y
postrarnos hasta el fin de nuestros días. Nada más lejos,
simplemente hay que adaptar nuestra vida y actividades a nuestra
realidad. Dicho así parece fácil, pero claramente no lo es.
Requiere de un gran esfuerzo, y muchas ganas de aprender, de cambiar,
de vivir y ser feliz.
Lo vivido, es algo que tenemos
atesorado en todo nuestro ser, nuestras experiencias, nuestra
historia está ahí, pero la cosa no termina ahí. Tenemos mucho por
dar y disfrutar, solo es necesario aprender a cambiar, a salir de
nuestras rutinas y buscar cosas nuevas que nos llenen y
fundamentalmente que nos hagan felices.
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