A diario, nos movemos en un mar de rutinas, algunas muy sanas. Son esas incesantes tareas primarias que llevamos incorporadas en los genes. Trabajos simples, que nos dan la vida. El sostén de la felicidad. Vida y felicidad, ambas se sostienen mutuamente. Y si bien hay gente que intenta separarlas, pretendiendo dar otro carácter a una y otra, lo cierto es que una es esencial para la otra. Para mantenernos con vida, tenemos esas sanas rutinas que nos dan el alimento para el cuerpo y el alma.
Cada cierto tiempo, debemos hacer un balance analítico de todas esas rutinas cotidianas. Pues, inconscientemente, incorporamos otras, que por lo general terminan siendo nocivas. De esas tenemos que encargarnos periódicamente, son esas lastres que tenemos que soltar cada cierto tiempo. Aligerar ese equipaje, nos permitirá ser más ágiles y estar más atentos a la hora de aprovechar los pequeños detalles que nos encontramos en el camino. Cargar en nuestra mochila únicamente lo imprescindible para generar alegría, ilusión, buena onda, optimismo, solidaridad, felicidad, amor y esperanza es lo indicado.
Nacemos y no traemos nada más que lo de fábrica. Cuando morimos, nos vamos con los restos de aquello que trajimos. A lo cual se le suman la experiencia acumulada, los afectos y las emociones positivas que fuimos capaces de hacer aflorar y compartir con nuestro entorno cercano. Por tanto, cualquier otra carga que no aporte algo útil a los efectos de disfrutar y compartir esas sensaciones y sentimientos positivos, no nos hace falta. Y lo único material que necesitamos, son los alimentos que nos mantienen físicamente en condiciones de seguir nuestro camino. La energía que genera la felicidad, el sostén de la vida.
Y así voy yendo, manteniendo el rumbo fijo hacia mi ser feliz, compartiendo esas cosas que tengo en la mochila. Los elementos básicos de mi existencia, los que me dan la fuerza, las ganas y la actitud positiva para continuar.
A disfrutar el día!!!!! A seguir cuidándose!!!!! Les deseo una buena noche!!!!!
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